miércoles, 30 de abril de 2014

Esther Koplowitz y FCC


Por S. McCoy
elconfidencial.com



Una de las primeras compañías que se han aprovechado de la nueva norma de financiación de empresas viables en dificultades ha sido la constructora FCC, donde los acreedores han distinguido entre deuda sostenible (susceptible de ser pagada con la actividad ordinaria) y no sostenible (la superflua, destinada a ser capitalizada de uno u otro modo) a la vez que han impuesto, tanto antes del proceso de negociación como durante el mismo, cambios en el equipo de gestión (alentando el nombramiento de Juan Béjar), refuerzo del capital y mantenimiento de la caja generada por la sociedad, con la consecuente renuncia por parte del órgano de administración al reparto de dividendo.
Sin embargo, en dicho proceso, la primera accionista del grupo, Esther Koplowitz, se ha mostrado reticente a la refinanciación en los términos al final fijados, teniendo que claudicar en última instancia. No en vano, los considera extraordinariamente dolosos para su precaria posición financiera personal, ejemplo paradigmático del llamado doble apalancamiento: cientos de millones de euros en deudas, buena parte de ellas avaladas por los títulos de la cotizada (hasta cerca de 1.000). No es de extrañar tal rechazo. Dilución y ausencia de flujo de caja pueden dar la puntilla, en términos estrictamente financieros, a quien fuera una de las principales fortunas de España.
Más aún cuando sus intentos por que se le condonara un porcentaje sustancial de lo adeudado han caído en el saco roto de unos bancos acreedores cuyo loan to value, valor de la garantía respecto a lo debido, es, en estos umbrales de cotización del valor, cercano al 100% y su riesgo de pérdida, por tanto, en caso de ejecución, muy reducido. La propuesta de la empresaria de una quita en la patrimonial B-1998 del 50%-70% y conversión del resto en un préstamo a 15-20 años atendiendo, entre otros argumentos de mayor calado, a lo que ha hecho socialmente por nuestro país y a pasados favores accionariales fue descartada de inmediato, por más que utilizara a alguien de tanto peso como Jean-Marie Messier como ariete amenazante y a su amplio círculo de influencias para presionar a los directores de riesgos de las principales entidades nacionales.
Aun así, en el primer trimestre, ambas partes estuvieron a punto de cerrar un acuerdo consistente en una prórroga de la financiación de cuatro años con un periodo de carencia de dieciocho meses que le habría dado a Esther Koplowitz el aire suficiente como para proceder a una reordenación pausada de su participación, frente al riesgo de wipe out de su 50% en FCC al que se enfrenta en la actualidad. De hecho, aceptó reducir su participación desde el 53%, como así se le exigía, para ponerse al corriente de los pagos. Pero, poco antes de que se concretara esta posibilidad, tuvo que renunciar a la misma por desavenencias con sus minoritarios, empeñados en poner en valor las puts u opciones de venta a precios desorbitados que mantenían contra EK. A la banca no le quedó más remedio que abrir un stand still unilateral cuyo primer obstáculo, aparentemente insalvable, llegará entrado el verano. Veremos a ver qué sucede entonces. En anticipación a una entrada forzosa en el capital, la búsqueda de posibles inversores se ha convertido para algunos de los potenciales ‘ejecutores’ en una prioridad. Como lo es para la, todavía, principal socia: en mantener al menos el 50% del 50% descansa ahora su obsesión. Los competidores nacionales ya han mostrado su negativa.


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