viernes, 9 de enero de 2015

¿Invertimos en Grecia?


Fuente: eleconomista.es        Matthew Lynn, director  ejecutivo de Strategy Economics.


Es lo último que querían los mercados en Navidad: unas elecciones anticipadas en Grecia. Después de que el Parlamento fracasara en su elección de presidente, el país pasará por las urnas a finales de enero. El partido radical Syriza va muy por delante y podría perfectamente subir al poder con un programa de reestructuración de la deuda griega y revocación de la austeridad.

No sorprende que las acciones y los bonos griegos se hundieran, con una caída del 11% cuando se conoció la noticia. Los rendimientos de la deuda griega subieron como la espuma. Con la llegada del año nuevo, como se esperaba, Grecia al igual que otros mercados de alto riesgo como España se muestran inevitablemente volátiles.

Sin embargo, en realidad, las elecciones podrían ser una oportunidad de compra perfecta para inversores con nervios de plomo. Hay dos razones. A la hora de la verdad, los demás países de la eurozona llegarán a un compromiso con los griegos y perdonarán gran parte de la deuda. Por muy raro que parezca, las políticas de la llamada extrema izquierda son, en este caso, totalmente sensatas. Con la relajación de un programa de austeridad machacante, impuesto al país por la UE y el FMI, Grecia podría volver a crecer e incrementarse el valor de sus acciones maltrechas.

No faltan las razones de nerviosismo para los inversores ante las elecciones griegas de final de mes. El país ha atravesado un hundimiento económico catastrófico y la producción se sitúa ahora nada menos que un 25% por debajo de su punto más álgido (como comparación, la economía americana encogió un 33% de máximo a mínimo en la Gran Depresión).

El índice de paro ha aumentado al 25% y en los jóvenes supera el 50%. Se han recortado drásticamente los sueldos y el gasto estatal. Aunque la economía ha empezado a arañar un modesto crecimiento, en gran parte es resultado de los salarios más bajos que ayudan a su sector turístico. Pero un montón de empleo mal pagado atendiendo las mesas de los extranjeros no es exactamente una base sólida para la economía.

No es de extrañar que los griegos hayan perdido la fe en los partidos mayoritarios que les han metido en este atolladero. El radical Syriza, dirigido por un carismático Alexis Tsipras, repunta en las encuestas y ya adelanta a la Nueva Democracia de centroderecha en el gobierno. Hay muchas probabilidades de que acabe siendo el primer partido en las urnas. Se ha comprometido a acabar con el programa de austeridad impuesto al país dentro del paquete de rescate de la UE y el FMI. Si lo hace y la UE se niega a apoquinar más dinero, Grecia se arruinará y podría verse obligada a abandonar la moneda única. Dadas las circunstancias, a nadie le sorprende que los inversores se deshagan de los títulos y bonos griegos.

Peor aún, si Grecia se rebela contra la austeridad, podría propagarse a otros países periféricos. En España hay elecciones en 2015 y Podemos, un partido muy similar a Syriza, también sube en las encuestas. Rápidamente, la eurozona podría sumirse en una crisis pura y dura. Esperen un mes de comercio volátil; todas las encuestas de opinión que anuncien el liderato de Tsipras irán seguidas de una nueva caída de los mercados.


Pase lo que pase los títulos griegos saldrán beneficiados


Pero los mercados se equivocan porque, pase lo que pase, los títulos griegos (que ya están entre los más baratos del mundo) solo pueden salir beneficiados. Veamos el porqué.

Empecemos asumiendo que Tsipras sea primer ministro en febrero y se comprometa a renegociar la deuda griega. ¿Qué ocurriría entonces? Se oirán muchas fanfarronadas (ya ocurre), sobre todo en Berlín y Francfort, sobre la imposibilidad de rescatar a países irresponsables dentro de la moneda única. Desempolvarán la famosa retahíla del despilfarro griego y la corrupción pero, a la hora de la verdad, los demás países negociarán.

La deuda total de Grecia asciende a unos 300.000 millones de euros. Enmarcada en el contexto global de la eurozona, con un PIB combinado de casi 10 billones de euros, es un importe relativamente pequeño. Y tampoco es que haya que condonar el total. Si se perdona un tercio (pongamos 100.000 millones de euros) y se aplaza el interés del resto cinco años, Tsipras lo aceptaría sin duda. Por 80.000 millones de euros no merece la pena el riesgo de una salida griega del euro o un impago de la deuda. Lo lógico es llegar a un acuerdo.

Puede que Syriza esté compuesto por radicales indómitos pero lo cierto es que su programa económico es mucho más sensato que los tópicos de la UE y el FMI. La deuda griega asciende a un total del 174% del PIB. Nunca podrán pagarlo todo y no tiene sentido pensar que lo harán. Las empresas reestructuran sus deudas continuamente; los países también. Una política que ha provocado una caída del 25% del PIB y un índice de paro juvenil del 50% no es lo que se dice un éxito. Reduciendo la deuda y dando un impulso modesto al gasto estatal, Grecia podría empezar a crecer a un ritmo respetable de nuevo.

Existe, desde luego, otro escenario posible. El centroderecha podría reunir a una coalición y asustar a suficientes votantes para que acepten el statu quo como para garantizarse una victoria mínima en las elecciones. Si eso sucede, los mercados de bonos y acciones vivirán una subida de alivio inmediata. De cualquier modo, el mercado subirá. Los activos griegos son baratos. De un máximo de 5.300 allá por 2007, el índice compuesto de Atenas se ha hundido por debajo de 850, con una caída de más del 80%. Hasta las acciones rusas salen bien paradas en comparación. El hundimiento económico ha exprimido implacablemente los beneficios empresariales y la amenaza de disturbios políticos ha desanimado la llegada de inversores foráneos. Podrían abaratarse perfectamente a medida que se acerquen las elecciones, pero para los inversores valientes podrían ser una ganga.



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