Por Jesús Sánchez Quiñones
Director Gral. Renta 4 Banco
Si alguien cree que el Banco Central Europeo (BCE) es capaz de hacer superar la crisis económica por sí solo y conseguir una rápida vuelta a tasas de crecimiento elevadas y sostenibles, se equivoca. Es cierto que la actuación del BCE, desde que Draghi se hizo cargo de la institución, ha solventado situaciones críticas y se ha convertido en el verdadero guardián de la existencia del euro. En noviembre de 2011, la barra libre de liquidez a la banca por casi un billón de euros a tipos mínimos evitó el colapso de numerosas entidades bancarias europeas y, de paso, permitió que los Estados pudieran colocar su creciente deuda. En verano de 2012, la aprobación del programa de compra de bonos soberanos de forma ilimitada, si fuera necesario, supuso un punto de inflexión en la crisis de la Eurozona.
Las propias declaraciones de Draghi y de otros miembros del consejo de gobierno de la institución durante las últimas semanas han creado la expectativa de la aprobación de medidas “no convencionales” en la reunión de junio del BCE. Aun siendo así, el efecto sobre la economía de las posibles medidas a adoptar es muy limitado. Las principales medidas que se podrían adoptar son las siguientes:
- Bajada de tipos desde el 0,25% actual. Aunque el tipo se situase en cero, el efecto sobre la economía real sería marginal.
- Tipos cero o negativos en la Facilidad Marginal de Depósito. Los bancos tendrían que pagar por tener dinero depositado en el BCE. Se pretendería que las entidades se vieran forzadas a movilizar dichos importes. Difícilmente se dirigirán a incrementar los préstamos. Podría favorecer al mercado interbancario a muy corto plazo.
- Establecer un programa de compra de titulizaciones cuyo colateral sean préstamos concedidos a las empresas. El problema para adoptar esta medida radica, por un lado, en el escaso tamaño del mercado de titulizaciones de préstamos a empresas en Europa y, en segundo lugar, en la falta de homogeneización de la propia normativa aplicada a las titulizaciones en los distintos países de la Eurozona. Esta eventual medida no tendría materialidad práctica hasta bien entrado 2015.
Adicionalmente, habría que determinar si la compra de titulizaciones por parte del BCE implica la transferencia del riesgo. Si el riesgo se transfiere, la calidad del balance del BCE se reduciría. En caso de fallidos sería una forma de socializar pérdidas.
- Nuevas operaciones de barra libre de liquidez, pero condicionadas a la concesión de crédito. Sería un sistema parecido al Funding for Lending puesto en marcha por el Banco de Inglaterra. El escaso éxito cosechado por esta operativa en el Reino Unido vaticina un resultado similar en caso de aplicarse en Europa.
Cuando se está exigiendo a la banca que reduzca su apalancamiento y aumente el nivel de recursos propios, lo que limita el volumen de nuevos créditos que puede otorgar, no se puede pretender que estas mismas entidades sean las que incrementen el crédito de forma sustancial. La propia regulación no se lo permite.
Draghi es una persona con dilatada experiencia en los mercados financieros. Ha demostrado saber manejar magistralmente la comunicación para no defraudar las expectativas creadas. La evolución de los mercados financieros a partir del 5 de junio está tremendamente condicionada por las decisiones y la comunicación realizada tras la reunión del BCE. Algo se le ocurrirá a Draghi para no defraudar a los inversores. No obstante, el efecto sobre la economía real de las medidas que se puedan adoptar es limitado. Los bancos centrales pueden ganar tiempo para que los Gobiernos adopten decisiones que permitan recuperar la capacidad de crecimiento, pero no generar el crecimiento por sí mismos.
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